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domingo, 13 de diciembre de 2015

Navidad, su significado en la antigüedad y el renacimiento del hombre a la vida espiritual


El pesebre, el arbolito, los villancicos, el nacimiento del niño Dios, el solsticio, papá Noel, Santa Claus, los regalos, la celebración de la Navidad antes de que naciera Jesús, comer cosas de invierno cuando aquí hace tanto calor...
En fin, crecí con todo este tipo de información, todo mezclado, sin saber el significado de cada cosa ni el por qué. Pero ahora me cabe una gran responsabilidad, ya que una Maestra debe explicar y llevar luz esclarecedora, que despeje la confusión.
Internet abunda en este tema. Yo sólo me ocuparé de dos aspectos:
La Navidad, empezó a celebrarse con el Solsticio del 21 de diciembre y era el acontecimiento social principal, en la antigüedad, miles de años atrás, que llegaba a su apogeo el 25 de diciembre.
Se festejaba que se iba el invierno y llegaba la primavera, con el renacer de la naturaleza y la promesa de grandes cosechas.
No hay referencia histórica ni bíblica sobre la fecha exacta del nacimiento de Jesús pero el Papa Julio 1 fijó para la iglesia de oriente la solemnidad de navidad, el 25 de diciembre, como el nacimiento del Redentor.
Tomó esta fecha porque, en el calendario juliano, que usábamos antes, el solsticio de invierno ocurría en ese día, siendo festejado por muchos pueblos del Hemisferio Norte, como un nuevo renacer del ciclo de la vida.
De allí, se conserva hasta hoy, la celebración navideña como día del nacimiento de Jesús. Lo honramos, lo festejamos con mucha alegría, con regocijo por la llegada de un ser tan evolucionado a un mundo tan necesitado de iluminación y de redención.
Son días para recordar para qué vino el Cristo y ver si lo estamos siguiendo realmente.
¿Decimos sólo la verdad? ¿Es bueno nuestro obrar? ¿Nos brindamos al prójimo en amor? ¿Damos el ejemplo de lo que predicó el Cristo?
Veamos hasta qué punto hemos evolucionado en conciencia, de qué modo hemos vivido y preparémonos para el año siguiente.
El nacimiento de Jesús es un símbolo del nacimiento del hombre a la vida espiritual. Imitémoslo, siguiéndolo de verdad, con acciones, no con meras palabras. Eso es lo más grande que podemos hacer en su nombre. Superemos el viejo estado de conciencia de regalar cosas, comer y beber en exceso. Navidad es mucho más que eso.

En estos días, como todos centramos la atención en Jesús, estamos más receptivos y armoniosos y los ángeles pueden focalizar su luz con mayor intensidad.
Yo deseo para todas las personas, que mucha luz, armonía y amor emanen de nuestros seres. Que la navidad no sea de excesos e indulgencias. Tampoco de los violentos estruendos, que nada tienen que ver con una celebración tan íntima y jubilosa.
 Prepararemos con amor nuestra mesa de Navidad, con lo justo y necesario. ¡Regalemos nuestro amor, paz y alegría!
Que la buena voluntad y el amor regresen a la tierra.
A medianoche, para unificarnos, elevemos nuestro corazón y pensamiento, diciendo aunque sea mentalmente:
Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, luz y amor a todos los hombres.


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