En estas Instrucciones nos encontramos a
veces con expresiones que si no las meditamos detenidamente, pueden
confundirnos.
Por ejemplo las expresiones: “Pide y se te dará” o “Todo se te ha dado ya”.
Entonces solemos preguntarnos “¿qué hago,
pido o no pido, cuál es la Verdad?”
La Verdad es que todo se nos ha dado. Es
la Ley de Oferta y Demanda. Nótese que primero está la oferta.
Veamos claramente qué implica “pedir”.
La única finalidad de “pedir”, es que nosotros
mismos estipulemos mentalmente,
concisamente, qué es lo que realmente queremos.
De todo lo que hay disponible en el
infinito “supermercado universal”, en el que no falta ningún artículo, tiene
que saber nuestra mente, qué es lo que estamos necesitando. ¿Qué queremos que
el Universo nos provea?
Dios sabe lo que nos hace falta. Somos
nosotros los que tenemos que saberlo, nuestra mente externa. Y esto obedece a
que Dios actúa sólo a través de la mente del hombre.
Cuando pedimos como niños, creyendo y lo
sostenemos firmemente, lo conseguimos. Pero hay una sola condición: no
desalentarnos si no lo obtenemos de inmediato.
Todo tiene su momento. Es la Ley de Precipitación
la que actúa y nos da las cosas cuando es el momento oportuno, ni antes, ni después.
Cada vez que nos venga el recuerdo de lo que pedimos y aún no vimos, decirnos: “yo
ya lo pedí y no tengo por qué angustiarme, vendrá, sólo espero confiado y
tranquilo y doy gracias”.
Todo lo bueno que deseamos, es Dios
mismo dentro nuestro, quien desea que obtengamos eso. ¿Para qué? Para que expresemos
más de Su Perfección en el mundo físico.
Pide, pide, escribe y recuerda lo pedido
y siempre da las gracias.
Respecto a la expresión “tomar”, ¿crees que puedes tomar
directamente de todo lo que el Universo tiene? Hazlo!: decreta, declara, afirma.
El decreto es superior al pedido.
El “tomar”
es de adultos, ordenamos con toda fuerza. El decreto es el deseo ya
realizado.
Tanto “tomar” como “pedir”,
son eficaces. Cuál de las dos formas se usará, depende de cada uno, más aún, de
cada momento. A veces nos sentimos con fuerza para decretar y otras, nos
sentimos con deseos de pedir.
En ambos casos conseguiremos lo deseado,
si es que logramos sostenerlo firmemente, sin dudas, ni angustias, ni temor.