La eterna renovación de la vida
Junio. Por la ventana de mi dormitorio veo caer
las hojas marchitas de la enredadera y me da pena que ellas, que fueron tan
rozagantes, brillosas, llenas de vitalidad, preciosas, ahora caigan mustias y
sin quejarse porque así es su existencia.
Nacer,
crecer divinamente, ofrecer su servicio, su lozanía y belleza, dar frescura y
sombra por un tiempito y después emprender su viaje de despedida, al caer,
marchitas, porque ese es su ciclo.
Se van a descansar, se reintegrarán a la madre
tierra.
Entonces pienso que yo también, como ellas, algún
día habré dado lo mejor de mí y deberé regresar al Hogar Celestial, a “Casa”.
Pero quisiera irme con la satisfacción de quien
hizo todo, todo, lo que vino a hacer y a dar.
En fin... ¡qué pequeño gran mensaje me dan hoy
estas hojas!
La pena inicial que sentí, va transformándose en
esta reflexión sobre mi vida misma y la serena aceptación de los ciclos de la
existencia, donde nada muere, en la eterna renovación de la vida.
Fue
publicada por primera vez, el 15 de octubre de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario