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miércoles, 2 de diciembre de 2009

UNA TIERNA HISTORIA CON UN GRAN MENSAJE

Como un recreo para ti y para mí, después del curso ya finalizado, te invito a conocer a "Piquito" y su paso por mi vida.

“PIQUITO”

Un pichoncito caído del nido y sin su mamá paloma, llegó a mi vida un 8 de enero de hace tiempo …..
Lo cuidé con esmero, con ese inmenso amor que desborda. Era un pedacito de cielo entre mis manos, que el Padre me dio a cuidar hasta que pudiera unirse con su familia de palomas.
Como no sabía su género lo llamé “Piquito”, tal vez porque su comunicación conmigo empezó así, al intentar alimentarla, ella picoteba mis uñas (¿cómo el pico de su mamá?)


Fue maravilloso nuestro vínculo, respondía a mi voz, a su nombre, “Piquito”. Corría detrás de mí o se quedaba muy quietecita junto a mis pies cuando yo escribía. Subía a mi falda para que la alimentara.

La llevé de vacaciones a Capilla del Monte, síiii ¿por qué no? Si ella andaba suelta y no se alejaba de mí, ni molestaba, ni nada. Y ambas ¡contentas!

Todo esto para mí fue un bálsamo. ¡Era tan feliz con su compañía! La energía amor movía mis días. Diría que ella vino a cumplir la misión de abrir mi corazón, sofocado por años... Al fin tenía a quién acariciar, mimar, hablar.
Piquito siguió creciendo, sus alitas también. La crié libre y yo misma la invité a volar, cada día un poquito más. Primero del patio a la cochera, qué bonito eso, Piquito parecía un avión!!!
La alenté luego a que volara a los árboles del frente. Si me ausentaba por un rato, al regresar a mi vereda la llamaba y ella, desde cualquier árbol volaba hacia mí, a mi hombro o a mi cabeza y me daba mil demostraciones de amor, como jamás pensé podría comunicarse un ave con un ser humano.
Pero un día, al llamarla, fue en vano. Ya no volvió a dormir por la noche y tampoco la vi al día siguiente, ni en los sucesivos. La buscaba, la llamaba pero su vocecita no me respondió más.
¿Qué pasó? ¿Era su destino de ave? ¿Se fue con otras palomas? ¿Cayó prisionera de alguien? ¿Por qué no viene siquiera un ratito? Todo esto me preguntaba, con dolor y la confusión de no saber qué hacer ni qué pensar.
Por momentos me consolaba, razonaba y me decía que así debía ser. "Pero otra vez con las manos vacías" y la gran pregunta: “¿Qué debo aprender de esto?”

Textual de aquel lejano día:
“Si me pongo en el lugar de persona adulta, me doy cuenta que allí donde me duele es donde debo trabajar, cerrar heridas, transmutar. Más aún, debo corregir ese amor-apego. Aprender a dominar mis sentimientos. Pero entonces ¿qué es el amor? ¿Tenemos que vivir dejando todo lo que amamos?

Esto me puso rebelde y planté en ese momento el libro que estaba escribiendo. Me dije "no quiero escribir más si aún soy tan vulnerable”. Entonces me cerré a las emociones pero eso tampoco es bueno. ¡Oh, el equilibrio!”
El Amor da paz, es el apego lo que hace sufrir... A esa conclusión llegué en aquel momento y esa fue la gran lección a aprender.
En fin, esta es mi historia y puedo contártela abriendo mi corazón. Se me mostró eso para que lo vea, me de cuenta y me ponga a trabajar en el desapego.
Tal vez te sirva tanto como a mí, comprender su mensaje final:

El Amor da paz, es el apego lo que hace sufrir...

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