8va. Prédica
“Felices los perseguidos por causa de la justicia; porque de ellos es el Reino de lo Cielos”.
Esta afirmación es más extensa pero si logramos la comprensión de estas palabras de su comienzo, habremos avanzado bastante.
Aquí, “persecución” no refiere a la persecución de otros y “justicia” no alude a la justicia de los hombres, ni a la justicia de la leyes terrenas sino que esa “justicia” y “persecución” se dan en la persona misma.
“Justicia”, como ya vimos, significa ser justos, rectos en nuestro pensar, sentir, hablar y actuar y respecto a la “persecución” ¿qué parte de nosotros mismos puede perseguirnos?
La “persecución” viene de nuestra naturaleza inferior, de nuestra personalidad o ego. Somos “perseguidos” por nuestro yo humano, por esa parte nuestra que actúa por su cuenta, según su propio parecer y muchas veces, equivocadamente.
Es una forma de “persecución” la que ejercen nuestros viejos hábitos que es como si nos persiguieran en el sentido de que ofrecen resistencia, no quieren ser desalojados, quieren seguir permaneciendo en nuestra mente, en nuestras emociones, en nuestro actuar.
Los pensamientos, moldes mentales o pensiformas, toman forma y viven a nuestro alrededor, fortalecidos por la energía que les damos.
A veces están tan “gordos”, afianzados, cristalizados, que cuesta debilitarlos para que dejen de “perseguirnos”. Se establece así, una especie de lucha entre lo Interno que nos impulsa a obrar con rectitud, con una nueva conciencia y lo inferior, los hábitos indeseables, que quieren seguir existiendo y se resisten a disolverse.
Esto suele ser la comodidad de permanecer con viejos estados de conciencia y no hacer el esfuerzo de empezar una vida nueva, con justicia, con rectitud en el pensar.
Esto es también la “tentación” de dejarse llevar por el “yo soy así”. Es ésta una posición de comodidad, que en el fondo encierra debilidad, falta de fortaleza para enfrentar las propias falencias y realizar el cambio a un modo recto de pensar, a un nuevo modo de vivir, el que da la ansiada liberación.
Todos los hoy Iluminados que nos precedieron, tuvieron esta lucha entre el Yo Superior que desde el Interior impulsa a vivir rectamente y el yo inferior o humano con sus errores.
De manera que si nos sentimos perseguidos por nuestras propias creaciones del pasado, debido a que ahora queremos obrar con rectitud, podemos considerarnos felices, porque se está operando el cambio.
Y con ese cambio, El “Reino de los Cielos”, empieza a ser nuestro, es decir, comienza la condición de vida feliz.
“Felices son los perseguidos por sus viejos hábitos erróneos; porque entonces se fortalecen y hacen que triunfe su Yo Superior sobre su yo humano, teniendo así una vida dichosa”.
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