La alegría es vital en nuestra existencia.
¡Qué importante es cultivar el buen humor! Esto produce una sensación de liviandad tan linda, que borra al instante cualquier sentimiento de displacer.
Las “circunstancias” nos han tornado demasiado serios, con gesto de preocupación, de aflicción, de temor y de incertidumbre.
A tal punto llegamos, que hemos olvidado que la condición natural de cada humano es la felicidad. Por eso hay ciertos recordatorios visuales que nos dicen: “sonríe, Dios te ama”. Podrá pensarse “de qué voy a reírme si estoy lleno de problemas”. Es que justamente, el estar positivos, contentos, “porque sí, nomás” es lo que atrae los sucesos felices a nuestra vida. Dios no puede hacer nada por la persona que se empeña en seguir derrotista, pesimista. Ya sabemos que “lo semejante atrae lo semejante”.
No es que cuando todo vaya bien, vamos a ser felices. Al contrario, debemos sonreír a la vida para atraer todo lo que nos producirá bienestar, entusiasmo, alegría de vivir. Sí, alegría de vivir, pese a “todo”, aquí y ahora.
La ciencia también ha comprobado los efectos enormemente beneficiosos del estado de ánimo alegre, liviano. La alegría produce en nuestro cuerpo una hormona llamada endorfina.
Según lo investigado por Sang Lee, médico graduado en Corea y especializado en Medicina Interna y Alergia en Estados Unidos, hay efectos físicos que produce la alegría en nuestros cuerpos. Él afirma lo que pudo comprobar en sus pacientes que se recuperaban rápidamente:
“Ante una situación alegre y esperanzada, la química cerebral se altera, liberando un tipo especial de hormona, la endorfina, que fortalece el sistema inmunológico, pudiendo inclusive eliminar células cancerosas”.
Como vemos la alegría fortalece nuestras defensas, haciéndonos inmunes a las enfermedades o si éstas ya estuvieran manifestándose, aún así, es posible sanar más rápidamente.
Entonces, por nuestro propio bien, también para ser sanos, cultivemos la alegría.
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